Miguel, el profe que hablaba el idioma de los niños

Con la conmoción de la noticia de tu fallecimiento aún en el cuerpo, vuelvo a mi mesa de trabajo y encuentro mirándome a uno de esos personajes que creaste. Estábamos preparando su segunda aventura y ayer te envié un correo para comentar alguna idea que tu mejorarías por mil, como siempre. La niña sigue sonriendo desde la cubierta, pero sus ojos han perdido parte de ese brillo; ella también tiene un roto en el corazón.

Artígo completo de Rocío Alarcos aquí